Arte y cultura en el franquismo

Monumento a Eugenio d'Ors en el Paseo del Prado de Madrid, frente al Museo del Prado. Al fondo puede verse la Casa Sindical o Edificio de los Sindicatos (hoy Ministerio de Sanidad). Arquitecto Víctor D’Ors (hijo de Eugenio d'Ors), escultores Cristino Mallo y Frederic Marès, 1963.
Friso con epigrafía latina y emblema del CSIC, Madrid, 1939.

«Hay que imponer, en suma, al orden de la cultura, las ideas esenciales que han inspirado nuestro Glorioso Movimiento, en la que se conjugan las lecciones más puras de la tradición universal y católica con las exigencias de modernidad.» (Ley del 24 de noviembre de 1939 de fundación del CSIC). [1]1º El Consejo Superior de Investigaciones Científicas, como órgano supremo de la alta cultura española, en el que tienen su elevada representación los más prestigiosos elementos universitarios, académicos y técnicos, gozará de la máxima jerarquía en la vida cultural del país. Alcanzará, por tanto, el puesto más preeminente en las manifestaciones sociales y públicas de cultura de la esfera nacional y en las relaciones con el mundo científico exterior.

2º El Consejo Superior tendrá por Patrono espiritual de todas sus empresas al glorioso san Isidoro arzobispo de Sevilla, que representa en nuestra historia el primer momento imperial de la cultura española.

3º El emblema será, siguiendo y adaptando la tradición luliana, un «arbor scientiae», que represente un granado, en cuyas diversas ramas se aluda en lengua latina a las manifestaciones científicas que el Consejo cultiva. Este emblema servirá para las medallas o insignias de los Consejeros, para «ex libris» de sus revistas y publicaciones y para sello en los papeles de sus relaciones sociales (Orden de 8 de marzo de 1940, Ministerio de Educación Nacional —Ibáñez Martín—).[2]

La inscripción, que glorificaba a la figura de Franco, fue suprimida en agosto de 2010.[3]​ Las disciplinas o nombres que deben aparecer en las cartelas del árbol son también objeto de polémica; porque el árbol luliano en sí ya era utilizado como emblema de la Junta para la Ampliación de Estudios desde 1907.[4]​ En la versión franquista se dio preeminencia a la teología, de la que las demás ciencias son «esclavas» según el aforismo escolástico philosophia ancilla theologiae);[5]​ aunque tanto en el friso, como en la revista Arbor desde los años cincuenta (las anteriores sí)[6]​ se utilizó un logo en el que no aparecen nombres en las cartelas, y que es el que se sigue utilizando en la actualidad.[7]

Arte y cultura en el franquismo, arte y cultura del franquismo o arte y cultura franquista son denominaciones historiográficas con poco uso más allá de la ubicación cronológica o la identificación política.[8]​ Usadas de forma genérica, no implican una calificación ideológica o estética de todo el arte y la cultura de la época franquista (1939-1975), que solo sería adecuada para el arte y la cultura más identificados con el régimen de Franco —o, con expresiones a veces usadas, arte y cultura fascista en España, arte y cultura falangista o arte y cultura nacional-católica—,[9]​ a pesar de lo diferentes que puedan ser entre sí (la literatura de Pemán, Foxá o Rosales, la pintura de Sáenz de Tejada o Sotomayor, la arquitectura y escultura del Valle de los Caídos, la música del Concierto de Aranjuez[10]​ o de las canciones de Quintero, León y Quiroga, el cine de Sáenz de Heredia o Luis Lucia, la psiquiatría de Vallejo-Nájera o López Ibor,[11]​ las ciencias sociales de Fernández Almagro, Carande o Suárez Fernández).

Más aún, buena parte de la producción artística y cultural española de la época fue realizada por autores ideológicamente opuestos o indiferentes, o con criterios estéticos completamente ajenos a una estética fascista (Laforet, Buero Vallejo, Aleixandre —literatura—, Dalí, Miró, Tàpies —pintura—, Serrano, Chillida, Oteiza —escultura—, Sáenz de Oiza, Fisacarquitectura—, Bernaola, De Pablo —música—, Berlanga, Bardem, Saura —cine—, Grande Covián, Catalán, Tello, Zulueta —ciencias naturales—, Vicens Vives, Maravall, Domínguez Ortiz, Julio Caro Baroja, Sampedro, Estapé, Linz —ciencias sociales—). A algunos de esos creadores se les sitúa con mayor o menor precisión en el denominado exilio interior,[12]​ aunque muchos de ellos, lo tuvieran o no desde el inicio, terminaron alcanzando un gran reconocimiento social e incluso oficial, puesto que el régimen se esforzó en mantener una actitud inclusiva hacia los productos culturales que no fueran identificados como un desafío directo de la oposición (especialmente a partir del nombramiento de Joaquín Ruiz-Giménez como ministro de Educación sustituyendo a José Ibáñez Martín en 1951).[13]

Hay que tener en cuenta, además, que no solamente se desarrollaron manifestaciones artísticas españolas en el interior de España, sino fuera de ella, dada la extraordinaria potencia cultural del exilio republicano español, al que pertenecían figuras de la talla de Juan Ramón Jiménez, Pablo Ruiz Picasso, Julio González, Pau Casals, Luis Buñuel, los arquitectos de GATEPAC, José Ferrater Mora, María Zambrano, Américo Castro, Claudio Sánchez-Albornoz, Juan Negrín, Blas Cabrera, etc.[14]

Un prominente falangista, Ernesto Giménez Caballero, fue el principal teórico del arte fascista en España;[15]​ mientras que el más prestigioso teórico del arte español de la época, Eugenio d'Ors, se esforzó por la creación de un ambiente artístico afín al régimen pero abierto y asimilador (Salón de los Once, Academia Breve de Crítica de Arte, 1941-1954), incluyendo a las vanguardias, que pasaron con el tiempo a ser incluso una seña de identidad del régimen, cada vez más interesado en mostrar, tanto hacia el interior como hacia el exterior, una imagen de modernidad.[16]

Los artistas y literatos afines al franquismo han sufrido de una general minusvaloración por la historiografía y la crítica artística y literaria. Como sentenció Andrés Trapiello:

ganaron la guerra y perdieron la historia de la literatura.[17]

En correspondencia con el esquema menendezpelayano (identificación de España con lo católico y de su opuesto con lo antiespañol, venga de fuera o de adentro), el nuevo orden cultural y educativo que se pretendió crear en 1939 se centró de forma obsesiva en el nacionalismo y la religión.[18]​ Lo pretendiera o no, el franquismo no consiguió imponer una cultura totalitaria uniforme con carácter excluyente de otras manifestaciones culturales, y las fuentes historiográficas suelen utilizar los términos «tradicionalista», «autoritaria» y «dictatorial» para describirla.[19]​ Sí que significó, especialmente durante la posguerra, una cultura de imposición con actitudes de reconquista o imperialistas,[20]​ que supuso una fuerte represión, la depuración generalizada y sistemática del sistema educativo (el magisterio —comisión D—, las enseñanzas medias —comisión C— y la universidad —comisiones A y B—)[21]​ y de todas las instituciones culturales (las Reales Academias, que fueron agrupadas en el Instituto de España en 1938 —incluso Ramón Menéndez Pidal cesó como director de la de la Lengua entre 1939 y 1947—, museos como el Prado —al frente del que se repuso al director depuesto por la República en 1931—, el Ateneo de Madrid y otras, entre las que destacaron las más identificadas con el krausismoInstitución Libre de Enseñanza, Junta para la Ampliación de Estudios, Residencia de Estudiantes, Instituto Escuela—, que fueron recreadas de nueva planta —CSIC e Instituto Ramiro de Maeztu[22]​) para ponerlas en manos de las órdenes religiosas y de personalidades afines (sin demasiados miramientos procedimentales —oposiciones patrióticas[23]​) y la implantación de una censura ideológica y moral y de un aparato de propaganda que utilizó de forma eficaz los modernos medios de comunicación de masas (NO-DO, Prensa del Movimiento, el control estricto de las emisoras de radio y desde 1956 la televisión).[24]​ La persecución de los nacionalismos periféricos no significó la prohibición de las lenguas y culturas locales (catalán y cultura catalana, euskera y cultura vasca, gallego y cultura gallega), pero sí una política de imposición del castellano (si eres español, habla español)[25]​ en la educación y en la práctica totalidad de los ámbitos públicos, que no siempre se siguió en la misma medida y con la que ni siquiera todos los dirigentes del régimen estaban de acuerdo (polémica entre Carlos Sentís y Josep Montagut).[26]

En el reparto de parcelas de poder entre las familias del franquismo (católicos, azules, monárquicoscarlistas y juanistas— y militares —africanistas y de otras tendencias—) correspondieron a cada una de ellas ámbitos ministeriales y funciones no siempre bien delimitadas: a los católicos les correspondió el Ministerio de Educación Nacional, donde se centraba la mayor parte de la política cultural; pero a los azules les correspondía la política social y el aparato del Movimiento Nacional, que pretendía una presencia totalitaria en todos los aspectos de la vida pública e incluso privada. Cada una de las familias disponía de medios de comunicación afines.[27]

Fue muy significativo el encumbramiento a puestos de alta influencia en los ámbitos ideológico y cultural de personalidades clericales (Justo Pérez de Urbelbenedictino—, Plá y Deniel, Gomá, Eijo y Garay, Morcillo —obispos—)[28]​ o ingresados al clero ya en su madurez (las denominadas vocaciones tardías: Ángel Herrera Oria —líder de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, fue ordenado sacerdote con 53 años y llegó a obispo—, José María Albareda —del Opus Dei desde 1937, fue director del CSIC, y fue ordenado sacerdote con 57 años—, Manuel García Morente —destacado filósofo, fue ordenado sacerdote con 54 años—); de tal modo que se ha calificado el ambiente intelectual dominante como tomista, escolástico, neo-tomista o neo-escolástico, sustentado en la posición del Vaticano anterior al Concilio.[29]

La imagen ha sido moneda corriente desde poco después de la guerra civil. Primero circuló fuera de España; se suponía que en ella no quedaban más que “curas y militares”, y ni rastro de vida intelectual, refugiada en la emigración. La propaganda oficial, mientras tanto, afirmaba que se había eliminado —hacia el cementerio, la emigración, la prisión o el silencio— la escoria “demoliberal”, y se había restablecido el esplendor “imperial” de España, ejemplificado en nombres de los que hace mucho tiempo nadie se acuerda, y que no es piadoso recordar.
Julián Marías La vegetación del páramo.[30]

Los autores se procuran enumerar por géneros y por edad

  1. «El logo del CSIC, pendiente de ser liberado de su connotación fascista». Canarias Insurgente. 21 de septiembre de 2010. 
  2. «Orden de 8 de marzo de 1940, Ministerio de Educación Nacional». Consultado el 1 de marzo de 2020. 
  3. Obligando al CSIC a ocultar su vergonzosa historia, en Tiempo de Historia (fecha acceso 2011).
  4. Canarias insurgente, web cit.
  5. Véase el nombre de las ciencias en una escultura existente en Santiago de Compostela panoramio.com Archivado el 18 de mayo de 2014 en Wayback Machine. (fecha acceso 2011).
  6. Véanse la portada de la revista de marzo de 1955, sin nombres (fecha acceso 2011).
  7. Véase la imagen corporativa del CSIC Archivado el 26 de junio de 2012 en Wayback Machine. (fecha acceso 2011).
  8. Uso bibliográfico de «cultura franquista» en español, en francés y en inglés; y de «arte franquista» en español, en francés y en inglés. Uso bibliográfico de «arte del franquismo», en español, en francés (ninguno a 14/4/2011) y en inglés (ninguno a 14/4/2011); y de «cultura del franquismo» en español, en francés y en inglés. Uso bibliográfico de «pintura franquista», «escultura franquista», «arquitectura franquista», «música franquista», y «cine franquista»; de «pintura del franquismo» (ninguno a 14/4/2011), «escultura del franquismo» (ninguno a 14/4/2011), «arquitectura del franquismo», «música del franquismo» y «cine del franquismo» (fecha acceso 2011).
  9. Más allá de la identificación, matización u oposición terminológica entre nacionalcatolicismo, falangismo —o nacionalsindicalismo—, fascismo y franquismo, las denominaciones arte falangista, cultura falangista, estética falangista, pintura falangista, escultura falangista, arquitectura falangista, literatura falangista, etc., tienen un uso amplio, que se puede restringir a los productos culturales más identificados con Falange y específicamente con la familia azul dentro de las familias del franquismo; aunque muy habitualmente se generaliza para englobar la totalidad de lo identificado con la denominada España nacional, franquista o de Franco (p. ej. Arte franquista, arte falangista, título del capítulo correspondiente en Ángel Llorente, op. cit.). Las denominaciones arte fascista español, pintura fascista española, escultura fascista española, arquitectura fascista española, cultura fascista española, literatura fascista española, etc., son menos utilizadas, pero hay ejemplos:
    Las denominaciones arte nacionalcatólico, pintura nacionalcatólica, escultura nacionalcatólica, arquitectura nacionalcatólica, cultura nacionalcatólica, literatura nacionalcatólica, estética nacionalcatólica también tienen algún uso.
  10. José Andrés Gallego España actual: España y el mundo(1939-1975), 1995.
  11. Juan Casco y Antonio Espino «En el centenario de López Ibor.» 9 de mayo de 2006. El País.
  12. Expresión de Miguel Salabert para un artículo en L'Express de 1958; citado por él mismo en la introducción a El exilio interior, 1988, Barcelona: Anthropos. El libro fue escrito en 1961 y tuvo problemas para editarse en España (Carta al director de El País. de José Manuel Fajardo 30/12/1984. La nómina de los pertenecientes a tal categoría no es fácil de determinar. La bibliografía suele referirse a Vicente Aleixandre y Dámaso Alonso, pero en el caso de Alonso solo puede atribuirse al periodo anterior a su integración en las instituciones (Real Academia). También es muy frecuente la inclusión de Juan Gil Albert (ejemplos) o de Rafael Cansinos Assens (ejemplos) entre los literatos, y de Joan Miró (ejemplos) entre los artistas plásticos. El Epistolario del exilio de Max Aub con autores del exilio interior recoge cartas de Celaya, Landínez, Fuertes, Aleixandre, José Agustín y Luis Goytisolo, Gil Albert, Aranguren, Mainer, Gubern, Matute y otros (Web de la fundación Max Aub Archivado el 18 de mayo de 2014 en Wayback Machine.). Otra nómina lista a Gabriel Celaya, Blas de Otero, José Hierro, Eugenio de Nora, José Agustín Goytisolo, José Ángel Valente (Claude Le Bigot, Lectures de Neruda, p. 87. Es muy habitual que al describir a un autor, se le atribuya su pertenencia al exilio interior, argumentándolo como un mérito (por ejemplo, es legítimo hablar de exilio interior, para el caso de Ángel González: José Luis García Martín, La poesía y sus circunstancias, p. 250).
  13. «Ruiz Giménez no estaba solo. Dio paso a una serie de personajes que se revelarían capitales en el proceso de amoldamiento mutuo entre el poder y la vanguardia. Durante su mandato en el ministerio de Educación (1951-1956), se creó un cierto clima liberal.» (marzo, op. cit., p. 25).
  14. * El 85 por ciento de los profesores universitarios de España, con once rectores a la cabeza... editaron más de 650 periódicos, algunos con tiradas impresionantes, de hasta 100.000 ejemplares (Jorge Domingo, El exilio republicano español en Cuba, p. xvii). La cifra probablemente sea excesiva: José Antonio Biescas y Manuel Tuñón de Lara (España bajo la dictadura franquista, tomo 10 de Historia de España, Barcelona, Labor, 1980. ISBN 84-335-9431-1, p. 16) hablan de dos tercios del profesorado universitario exiliados o destituidos.
  15. En 1934, tras acudir a un congreso en Italia, Ernesto Giménez Caballero había publicado en F. E. el artículo «Arte y Estado», convertido en libro en 1935. Allí identificó el monasterio de El Escorial como «compendio de todas las virtudes del arte español» y «símbolo de lo que debería ser el arte fascista» (véase bibliografía sobre el tema).
  16. * «Había que demostrar al mundo que el Alzamiento no había sido solo una sublevación de militares, moros, banqueros y clérigos, sino que también habían intervenido intelectuales y personas civiles de muy diversas procedencias». Sin embargo, y a pesar de algunos tímidos esfuerzos, no se llegó a emprender el camino hacia esa «cultura asuntiva y superadora» de la que nos habla Laín Entralgo. La primera cita, de una entrevista a Pedro Sáinz Rodríguez; la de Laín, de Descargo de Conciencia (1930-1960), Barcelona, Barral, 1976; en Alted, op. cit., p. 224.
    • Son muy clarificadoras las reflexiones de Jorge Luis Marzo, planteadas en forma de pregunta: «En 1960, los artistas españoles triunfan en el MOMA de Nueva York... El evidente acercamiento cultural del franquismo hacia los Estados Unidos durante los años 50, en el marco del apoyo político norteamericano a Franco, ¿pudo constituirse como resultado de la (des)politización internacional del formalismo abstracto? Y si así era, ¿cómo fue recibida la vanguardia informalista española, producida bajo y por una dictadura, en países democráticos, que blandían la abstracción como bandera simbólica de la libertad?... [Se debe distinguir entre] prácticas “modernas”... del arte pictórico y escultórico —y sus aparatos literarios— que siguió respondiendo a algunas de las premisas clásicas de las vanguardias europeas de preguerra... [y las] obras meramente académicas... Hablar de “vanguardia”, no implica, al menos abiertamente, que toda ella, anterior y posterior a la guerra civil, participara de las mismas premisas que los artistas “modernos” eclosionados a principios de los años 50... “vanguardia” en el sentido oficial que el Estado daba a sus apuestas por el arte moderno. Todo arte moderno que no tuviera sello oficial, no era vanguardia, porque “no era políticamente moderno”. En fin, la cultura franquista, como buena heredera del barroco, supo crear retorcidos retruécanos. Y duraderos». (Arte moderno y franquismo. Los orígenes conservadores de la vanguardia y de la política artística en España, 2006.)
    • Julián Díaz Sánchez y Ángel Llorente Hernández, La crítica de arte en España (1939-1976), Akal, 2004, ISBN 84-7090-440-X.
    • María Dolores Jiménez Blanco, «Academia Breve de Crítica de Arte», en Enciclopedia Madrid S.XX, fuente citada en Academia Breve de Crítica de Arte en Madripedia (fecha acceso 2011).
  17. Andrés Trapiello, Las armas y las letras: literatura y Guerra Civil (1936-1939), Península, 2002, ISBN 8483075197; reeditado en Destino, 2009 ISBN 84-233-4191-7. Citado por Javier Rodríguez Marcos en «Generales, curas y señoritos españoles». 30 de marzo de 2009. El País.
  18. «¿De qué fuentes o corrientes ideológicas se nutre esta interpretación de la historia de España?... las formulaciones realizadas entre 1930 y 1936 por los ideólogos de los grupos anteriormente citados [fuerzas o tendencias políticas e ideológicas diversas (falangistas de distintas orientaciones, monárquicos alfonsinos, tradicionalistas y católicos provenientes básicamente de la extinta CEDA)] integrados dentro del círculo interno del poder franquista. Estos autores son, en concreto: José Antonio Primo de Rivera ['Obras completas', Madrid, 1942], José Monge y Bernal ['Acción Popular (estudios de biología política)', Madrid, 1936], Ramiro de Maeztu ['Defensa de la Hispanidad', Madrid, 1934] y Jorge Vigón ['Historia de España seleccionada en la obra del maestro Marcelino Menéndez y Pelayo', Madrid, 1933 - La de J. Monge es la única obra que conocemos de un miembro cualificado de la CEDA en la que se hace, aunque de forma muy sucinta, una interpretación de la historia de España]... los carlistas... pueden ser aunados, en el aspecto concreto que estudiamos sin grave distorsión, con las formulaciones de los representantes de Acción Española... El que el franquismo inicial presente una ideología basada en la versión más tradicional del catolicismo creemos que hay que interpretarlo, por una parte, como resultado de la debilidad del falangismo (tanto ideológica, como política y social) y por otra como ideología que permitía una mayor posibilidad de acuerdo dentro del círculo interno de poder franquista». Rafael Valls, Ideología franquista y enseñanza de la historia en España, 1938-1953, en Josep Fontana (ed.) España bajo el franquismo, Barcelona, Crítica, 1986, ISBN 84-7423-284-8, pp. 234-245. En el mismo estudio, se cita el texto del prólogo de la Ley de la Reforma de la Segunda Enseñanza de 20 de septiembre de 1938:
    El depósito de la genuina cultura de España, a costa de tanto heroísmo salvado, exige de aquellos que han sido llamados a custodiarlos y a transmitirlo, los cuidados más abnegados... reformas radicales que el porvenir de la enseñanza española imperativamente requiere... rápidamente, influir en la transformación de una sociedad y en la formación intelectual y moral de sus futuras clases directoras... La revalorización de lo español, la definitiva extirpación del pesimismo antihispánico y extranjerizante, hijo de la apostasía y de la odiosa y mendaz leyenda negra, se ha de conseguir mediante la enseñanza de la Historia Universal (acompañada de la Geografía), principalmente en sus relaciones con la de España. Se trata así de poner de manifiesto la pureza moral de la nacionalidad española; la categoría superior, universalista, de nuestro espíritu imperial, de la Hispanidad, según concepto felicísimo de Ramiro de Maeztu, defensora y misionera de la verdadera civilización, que es la Cristiandad.
  19. Stanley G. Payne «Cultura y educación» en El primer franquismo, Temas de Hoy, 1997, pp. 102 y ss.
  20. Francisco Javier Paredes Alonso, Historia contemporánea de España: Siglo XX, p. 868.
  21. Pueden verse los textos de las órdenes ministeriales en los que se acuerda, por ser pública y notoria la desafección... por sus actuaciones... por su pertinaz política antinacionalista y antiespañola y dada la evidencia de sus conductas perniciosas que hacían completamente inútiles las garantías procesales... separar definitivamente del servicio y dar de baja en sus respectivos escalafones a una impresionante nómina de profesores, en Luis Enrique Otero Carvajal (dir), Mirta Núñez Díaz-Balart, Gutmaro Gómez Bravo, José María López Sánchez, Rafael Simón Arce: La destrucción de la ciencia en España. Depuración universitaria en el franquismo Complutense, Madrid, 2006 ISBN 978-84-7491-808-3 (reseña de Salvador López Arnal). Véase también Luis Enrique Otero Carvajal: «La destrucción de la ciencia en España. Las consecuencias del triunfo militar de la España franquista.» En Historia y Comunicación Social. número 6. Universidad Complutense, Madrid, 2001. ISSN 1137-0734 pp. 149-186. La mayor parte de las depuraciones fueron sanciones meramente simbólicas, ya que muchos de los afectados estaban o muertos o en el exilio. De los que permanecieron en España algunos fueron objeto también de persecución penal, como Julián Besteiro, que murió en la cárcel, o Juan Peset, que fue fusilado. No pocos de los represaliados administrativamente no tenían una vinculación política especial con las izquierdas, como Flores de Lemus. Entre los profesores de bachillerato depurados estaba Antonio Machado (a pesar de haber muerto en Francia) entre los profesores de Escuela Normal Eliseo Gómez (fusilado), y entre los maestros Amós Acero y Vicente Moliner (ambos fusilados). Biescas y Tuñón (op. cit., p. 16) dan la cifra de 7000 maestros entre los 270 000 presos totales en campos de concentración y cárceles del primer periodo franquista; y la de «dos tercios del profesorado universitario exiliados o destituidos».
  22. Elvira Ontañón «El Instituto-Escuela, un proyecto educativo vigente.» 23 de abril de 2007. El País. Entre las pocas instituciones educativas que escaparon del modelo nacional-católico (colegio alemánNoticia del de Madrid, El Liceo francés de Madrid, breve cronología—, liceo francésArchivado el 1 de julio de 2011 en Wayback Machine.—), estuvo el Colegio Estudio, fundado en 1940 como continuidad del proyecto institucionista, bajo la dirección de Jimena Menéndez-Pidal, esposa de Miguel Catalán Sañudo; en lo que puede interpretarse como un exilio interior institucional. El colegio Estudio, una aventura pedagógica en la España de la posguerra (exposición de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, Madrid, 2009 -reseña del catálogo Archivado el 18 de mayo de 2014 en Wayback Machine. reseña de la exposición) (fecha acceso 2011).
  23. Jaume Claret Miranda, El atroz desmoche: la destrucción de la universidad española, p. 356.
  24. * José Miguel Delgado, Propaganda y medios de comunicación en el primer franquismo (1936-1959), Universidad de La Rioja, Servicio de Publicaciones, 2006.
  25. Luis Hurtado Álvarez, Si eres español, habla español, en Unidad, 18 de mayo 1937. Citado en escueladesara.com Archivado el 7 de julio de 2010 en Wayback Machine.
  26. Josep Montagut i Roca, canónigo catalán citado por Jorge Martínez Reverte: La caída de Cataluña, donde se da cuenta de la polémica, en la que intervinieron también Serrano Súñer, Dionisio Ridruejo, Josep Vergés Matas, Francesc Cambó, Josep Pla y Manuel Aznar.
  27. La Iglesia, a cambio del apoyo prestado a la sublevación, exigió el régimen el control del campo que tradicionalmente había considerado suyo: la educación y enseñanza. Por su parte, la Falange como partido único iba a intentar imponerse a través de los mass media. Ello explica el reparto de poderes que se realizó tras la constitución del primer gobierno por Ley de 30 de enero de 1938. En el Ministerio del Interior (Servicios Nacionales de Prensa y Propaganda) los falangistas; en el de Educación, los monárquicos de Acción Española, con Pedro Sainz Rodríguez al frente, bajo la atenta vigilancia del cardenal Gomá, primado de España.... nombró a sus colaboradores siguiendo esa táctica de aunar diferentes posiciones ideológicas que había presidido la constitución del gobierno. En el Servicio Nacional de Primera Enseñanza, el tradicionalista Romualdo de Toledo; en el de Enseñanza Superior y Media, José Pemartín, monárquico de Acción Española; en el de Enseñanza Técnica y Profesional, un técnico, Augusto Krahe. Encargado de Bellas Artes, Eugenio d'Ors, y de Archivos y Bibliotecas, Javier Lasso de la Vega... la necesidad de nombrar a alguien vinculado con Falange la obvió con Alfonso García Valdecasas, un falangista de primera hora, amigo personal suyo, que ocupó un cargo eminentemente técnico y administrativo: el de subsecretario... política educativa y cultural que desarrollaría uno de sus más caracterizados representantes, discípulo de Menéndez y Pelayo [se refiere al propio ministro Sainz Rodríguez], a quien convirtió en mentor de aquélla junto con el pedagogo y educador católico Andrés Manjón. Alicia Alted, Notas para la configuración y el análisis de la política cultural del franquismo en sus comienzos: la labor del Ministerio de Educación Nacional durante la guerra, en Fontana, op. cit., pp. 217-218.
  28. La Carta colectiva del episcopado Español a los obispos del mundo entero de 9 de julio de 1937 había supuesto la sanción de la alianza entre Franco y la Iglesia, que interpretaba la guerra civil como una cruzada y a la figura de Franco como un don de la Providencia, que la había salvado de una horrenda persecución. A Franco se le recibía bajo palio en las ceremonias religiosas y se incluyó su nombre en la liturgia de la misa. No obstante, no hubo unanimidad, ni siquiera en la jerarquía: El cardenal Segura, que la República había conseguido privar de su sede toledana, regresó a España durante la guerra y ocupó el arzobispado de Sevilla, desde el que mantuvo fuertes enfrentamientos con Franco, pretendiendo una supremacía teocrática incompatible con la construcción del liderazgo cesarista del Caudillo. Por razones totalmente opuestas, Francisco Vidal y Barraquer, arzobispo de Tarragona, que se había negado a firmar la Carta Colectiva, no pudo volver a España y murió en el exilio en 1943.
  29. * Xosé Chao Rego Iglesia y franquismo: 40 años de nacional-catolicismo (1936-1976) Tresctres, 2007, ISBN 84-935562-0-3 Véase también Manuel Mindán Manero, Santiago María Ramírez
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